Buscar este blog

martes, 31 de octubre de 2017


DESORIENTADA


Eran las ocho de la noche y Camila apresuró el paso por aquella calle solitaria. La mayoría de las casas estaban derruidas y en escombros ya que la municipalidad había decidido remodelar varias manzanas porque eran viviendas de muchos años y le daban un aspecto muy feo a la ciudad. Sentía miedo y escalofríos al pasar por allí pero era el único camino viable para llegar a la autopista y tomar el autobús que la conduciría a su hogar. Estudiaba computación e inglés por las noches en un instituto del centro de la ciudad y su propósito era culminar los estudios para poder ascender en su trabajo. Era recepcionista en una entidad bancaria de gran prestigio y aspiraba a un mejor puesto. De pronto sintió un leve ruido, como pasos muy tenues pero persistentes detrás de ella, y no se atrevió a voltear ya que estaba casi paralizada de terror. Alguien la seguía y ella no sabía con qué intenciones. Aquel vecindario se había convertido en un sitio muy inseguro, sobre todo de noche. En un momento pensó que eran ideas suyas, ya que el pasar por esa calle, muy solitaria y con la mayoría de las casas deshabitadas, le producía temor. Se encomendó a las ánimas del purgatorio y a su Ángel de la Guarda siguiendo los consejos de su madre que siempre le decía que en caso de sentir peligro les rezara y que eran muy milagrosos. De pronto vio que una de las casas estaba iluminada con bastante gente afuera y adentro y, sin pensarlo dos veces, entró. Era un velorio. Se sentó al lado de una señora que rezaba cabizbaja un rosario y esperó un buen rato tratando de tranquilizarse ya que estaba muy nerviosa y asustada. Transcurrió como una hora y algunas personas comenzaron a marcharse caminando hacia la autopista. Ella se fue junto a ellas pero ni siquiera miró sus caras, prometiéndose que al día siguiente en la mañana pasaría por esa calle antes de llegar a su trabajo. Quería hacer una oración por el difunto o difunta en agradecimiento a que la hubiese librado de quién sabe qué percance. Llegó a la casa y solo consiguió ruinas, allí no había nadie y se notaba que la habían desocupado hacía tiempo. Camila no salía de su asombro. Preguntó a un señor de un quiosco cercano que vendía café y periódicos. El hombre le dijo que, según contaban por ahí, en esa casa había vivido hacía años una señora muy caritativa y generosa. Cuando murió, mucha gente vino a sus funerales para agradecerle sus favores. Camila quedó muy desconcertada pensando en qué acertados y precisos son los consejos de una madre.
NANCY AGUILAR QUINTERO

Venezuela 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

MARGINADOS

  La primera vez que lo vi, tuve que mirarlo dos veces para saber si era niño o niña. Era tanta la confusión de su vestimenta unisex, un p...