Llegó el día tan temido para Amalia. Ya las maletas estaban preparadas y
solo era cuestión de horas para la terrible despedida. A las once de la noche
se estaría embarcando en el avión que la llevaría tan lejos del lugar donde
vivió toda su vida. No había marcha atrás. Era irse con su hija o quedarse sola
en aquel caserón familiar donde las vivencias y recuerdos se paseaban de
habitación en habitación. Era primavera y hacía un calor sofocante. Se
despediría de su casa y de su hermoso jardín con todas las de la ley. Fue a su
cuarto y se puso el vestido celeste que tanto le gustaba a su esposo fallecido
el año pasado, se maquilló y arregló su cabello cano, y, por último, se colocó
el collar de perlas, regalo de boda de su madre. Sintió unas ganas inmensas de
tomarse un café. Lo preparó como le gustaba, tinto y sin azúcar, y con taza en
mano se dirigió a su jardín. Su viejo gato Sócrates, de reluciente pelaje
negro, que dormitaba en el sofá de la sala, se desperezó y arqueando su cuerpo
la siguió. Dentro de una hora llegaría su hermana para llevárselo. Le acaricio
el lomo con ternura y también se despidió de él. Sentada en la banca del jardín, contempló
alrededor tratando de llevarse en su retina las esplendorosas flores
multicolores sembradas allí con tanto esmero por ella. Flores blancas,
amarillas, rojas, azules que fueron poblando su jardín a través de los años.
Tomó su regadera manual y mientras el agua corría por sus pétalos y hojas, se
fue despidiendo de sus amadas flores una por una, hablándoles y pidiéndoles
perdón por abandonarlas. Les explicó que no tenía alternativa, pero lo más
triste y sobrecogedor fue la despedida de su hermoso y frondoso manzano,
sembrado por las manos juveniles de su difunto esposo, el mismo día que nació
su primer hijo.
–¡Ahora los dos crecerán a la par!, –fueron las palabras de él al
culminar la tarea.
Lucía tan imponente con sus frutos rojos y brillantes. La tarde iba
cayendo, ya el sol estaba por ocultarse y Amalia, ensimismada en su mundo
interior, sintió que la noche oscura se instalaba en su corazón.
Nancy Aguilar Quintero
Santiago de
Chile, martes 13 de octubre de 2020
Taller de
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