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sábado, 27 de enero de 2024

LA VISITA

 


La víspera de navidad, la anciana y achacosa Carmen Lucía, revolvía la sopa en la cocina de su humilde casa. Su memoria se remontó al pasado, a otras navidades, con su esposo e hijos reunidos alrededor de la mesa, con manjares suculentos propios de esa celebración.  De pronto escuchó tres golpes en la puerta.  Se limpió las manos con el delantal, caminó a la pequeña sala y descorrió con sigilo la cortina.  Vio a un hombre alto y con sombrero de guama, parado frente a la puerta y pensó en su esposo, desaparecido hacía cuarenta años.

–Carmen Lucía, voy a la tienda a comprar café y los víveres que hagan falta–fueron las últimas palabras que escuchó de él. “Me estaré volviendo loca, o es que ya los años me pesan demasiado, y confundo la realidad, con la imaginación”. –pensó Carmen Lucía.

–¿Ismael José, sois vos?, –preguntó con trémula voz.

Sí, Carmen Lucía, soy yo. Anhelaba tanto verte.

Verme ¿Y para qué? –Te fuiste sin despedirte.

Quise hacerlo, pero no me dejaron, vos sabías a quién nos enfrentábamos, no me dieron tiempo de nada.

–¿Y a que has venido si se puede saber? Los muchachos crecieron sin vos, y hace rato se fueron por esos mundos de Dios y que, a probar suerte en otro lugar, donde no haya tanta muerte y guerra por el control del territorio. Anhelaban vivir en un ambiente de paz.

–¿Y vos por qué no te fuiste con ellos? –preguntó Ismael José

No quise, siempre tuve la esperanza que un día regresarías, a darme una explicación. –¿Viniste a eso verdad?

–Yo no vine Carmen Lucía, sois vos la que ha llegado. Y abrazándola con ternura le dio un beso en la frente.

Nancy Aguilar Quintero

Los Ángeles, Chile, 25 de octubre de 2023

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