Aprendiz de escritora...cuentos, relatos, microrrelatos,poemas y algo más que se me ocurra.
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miércoles, 26 de agosto de 2015
AÑORANZA
domingo, 16 de agosto de 2015
CUATRO POEMAS ESCRITOS EN MOMENTOS DE ANGUSTIA.(escritos en mis años de juventud)
sábado, 15 de agosto de 2015
REENCUENTRO
El primer día de primavera, en aquella capital turística, los periódicos narraban en primera plana un suicidio bastante extraño. Todo comenzó una década atrás, cuando ya el maquillaje y los ejercicios no tapaban lo que el tiempo, con su crueldad nefasta, dejaba aflorar con beneplácito y burla en el bello rostro y cuerpo de Amelie. Sentada solitaria, en aquel bar bohemio, sosteniendo en sus manos una taza de café negro sin azúcar, y un croissant que el mesero, como un ritual, le servía cada tarde. Miraba absorta a las personas que por allí pasaban, recordando cuando era feliz, codiciada y aplaudida. Las vicisitudes de la vida, habían dejado su huella y Amelie no supo en qué momento empezó esa soledad que le corroía el alma y el pensamiento. Y es que la soledad no solo se lleva porque no tienes compañía, sino por todas las circunstancias que acarrean a ella. Algunos transeúntes que pasaban la recordaban y veían en su rostro lo que su alma gritaba, pero nadie la escuchaba. La miraban, sonreían y cuchicheaban entre sí con un gesto que denotaba lástima y asombro a la vez. No en vano fue la actriz de teatro más solicitada y admirada de todo el país. Se quedó sin amigos, unos murieron y otros se marcharon de su vida. Solo Carmen, la señora que se encargó por años de vestirla y cambiarle los trajes en el teatro, envejecida ahora como ella, la visitaba más por solidaridad y caridad que por amistad. Amelie se lo agradecía en lo más profundo de su corazón, pensando que al menos alguien se preocupaba de ella. Por las noches se agudizaba su tristeza y desamparo. Figuras espectrales de antiguos pretendientes y admiradores se presentaban sin aviso en la fría habitación del hotelucho, donde era huésped permanente. Vivía allí por caridad. Los dueños le tenían consideración y respeto porque fueron asiduos visitantes de sus presentaciones en el teatro, cuya edificación, era hoy un monumento más a la desidia y al abandono. Los pensamientos se agolpaban en su cabeza y no conseguía el hilo de regreso para constatar el comienzo de su decadencia. ¡Cómo deseaba volver al pasado y ser joven y hermosa otra vez! Y es que los humanos somos ingratos, cuando estamos en la cúspide son todo amores y alabanzas y si caemos ni siquiera los conocidos nos saludan si por casualidad los tropezamos en la calle. Una tarde llegó al bar un poco más temprano y en el preciso momento que iba a ordenar, la vio pasar. Al principio no la reconoció. Estaba en la plenitud de su juventud, con una sonrisa en su hermoso rostro. No le dio mucha importancia pensando que eran ideas suyas. Al otro día llegó con el pensamiento fijo de verla otra vez. Pero ese día no pasó. Las tardes se hicieron eternas. Su rostro adquirió de pronto una placidez encantadora. Ya la angustia y ansiedad no oprimían su pecho. Deseaba verla otra vez. Y así pasaron varios días, hasta que llegó el momento anhelado. Allí venía ella, por el bulevar, con su cabellera rojiza, ondeando al viento y ese caminar cadencioso que la caracterizaba. Qué radiante se veía, con el vestido floreado, uno de sus preferidos y esos zapatos de tacones altos llamativos que todas las miradas voltearon para verla. Preciosa y hermosa como cuando tenía veinte años. Ya nunca más volvería a estar sola. En un impulso la llamó y ella volteando le obsequió su más tierna y bella sonrisa. Sus miradas se abrazaron al reconocer su pasado y presente. ¡Cuanto había esperado este momento crucial! Ahora las penas y sinsabores de los últimos años desaparecieron. Su esencia estaba allí. Ya nadie la miraría de reojo y disimularían al verla. Tardó unos segundos en reaccionar y comprender lo que pasaba. ¡Allí estaba ella! Hermosísima. Se levantó de la silla y caminó presurosa a su encuentro. Ya nunca más se separarían. Al otro día, cuando los periódicos reseñaron la noticia, muchos no podían creerlo. Una de las actrices de teatro más famosa de todos los tiempos se había suicidado lanzándose del puente que cruzaba el río. Pero lo que más asombró y consternó a los habitantes de aquella ciudad fue que varios testigos aseguraron a las autoridades que vieron a dos personas lanzarse. Dos mujeres. Creyeron que eran madre e hija por su gran parecido. Pero lo más misterioso y que nunca se supo con certeza fue que la más anciana vestía ropa de actualidad y la más joven llevaba un atuendo sacado de una revista de moda de hace muchos años. Un verdadero misterio.
Ciudad de Panamá, 27 de mayo de 2015
FELICITACIONES A MI HIJA DIANELA .
MARGINADOS
La primera vez que lo vi, tuve que mirarlo dos veces para saber si era niño o niña. Era tanta la confusión de su vestimenta unisex, un p...