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jueves, 1 de febrero de 2024

MIS TERTULIAS CON DIOS

 



Hoy me desperté más temprano cuando mi hijo entró en la habitación a pedirme la bendición de salida al trabajo y mi memoria se remontó en el tiempo y el espacio a mis años juveniles. Pienso que el tiempo pasa tan rápido, que apenas nos damos cuenta. Ya soy una abuela, vivo con mi hijo menor y su esposa, que es muy buena conmigo, pero yo siento que estorbo. Ella me dice: “Clara, usted puede disponer de esta casa como quiera, para nosotros es un privilegio, que viva aquí y comparta momentos con sus nietos”. Sentí el golpe de la puerta al salir mi hijo y mi sueño se desvaneció, los recuerdos se amotinaron en mi mente, y recordé la época en que yo era quien salía a trabajar en mi lejana ciudad, a kilómetros de distancia. Casi siempre me levanto a media mañana porque me acuesto tarde, a veces me dan las dos o tres de la madrugada y yo despierta. Y es que la noche tiene un encanto especial para mí. Y no es que haya sido fiestera ni muy alegre ni nada por el estilo. Mis estadías nocturnas son porque en esas horas de silencio, interrumpido a veces por el sonido de una sirena lejana o de un grillo, me pongo a leer o ver un programa por la televisión sin que nadie moleste. O a pensar, meditar o conversar con Dios. Con Él tengo una comunicación mental que se inició desde el parto de mi primer hijo, cuando busqué a alguien con quien conversar sin que me cuestionara ni juzgara. Aunque soy siempre la que habla, sé que me presta atención, porque de inmediato siento un susurro en mi oído e intuyo su respuesta. La otra noche se enojó conmigo.

–¡No te preocupes tanto! –¡Tranquiliza tu mente! – ¡Yo estoy siempre contigo, recuerda que soy Todopoderoso y no te voy a dejar desamparada!

Él sabe de mis penas y preocupaciones, es un excelente oyente y casi no me interrumpe. Tenemos química, Dios y yo, pero soy tan terca y testadura y a veces no le hago ni un poquito de caso. Vive regañándome. Dice que, si converso de temas interesantes con mis amigos, la situación mejorará, que cambie ese gesto malhumorado y amargado por una sonrisa. 

–Pero es que desde chica fui así. Tímida y gruñona.

–Es por eso que no tienes casi amigos —me comenta Dios a cada rato.

Y como hago, nací así y creo que moriré así.

Él me dice que todos podemos cambiar o al menos intentarlo. La otra vez traté de hacer amistad con una señora que conocí en un taller de escritura creativa. Me dije a mí misma:

—Creo que voy a tener al menos una amiga con quien intercambiar ideas o algún comentario. 

Y no sé qué pasó, le envié mensajes y apenas me respondía. Comencé una conversación con ella, pero solo yo hablaba, me salía con evasivas. Hasta que me dije:

¡A esta también le caigo mal!

Tengo arraigado el pensamiento de que les caigo mal a las personas y sé que debo soltarlo. Conversando con Dios me dice que como pienso así me responden, que estoy predispuesta al rechazo y entonces siento que me rechazan.

—Tienes que ser un poco más espontánea y analizar primero a la persona, observarla a ver cuáles son sus gustos y preferencias, y después le planteas una conversación.

Mis nietos me dicen:

—¡Nana, de verdad hablas con Dios! —¡Cómo haríamos nosotros para hacerlo!

Esto me causa mucha risa y es que los niños son tan espontáneos e inocentes que se creen todo lo que los adultos le decimos. Y más si somos las abuelas. Hoy en la mañana, cuando me dirigía a desayunar, escuché a Matías, el menor de siete años.

—Sabes mami, la Nana habla con Dios.

—¿Con Dios? —¿¡Como así!? —preguntó mi nuera.

—Si ella lo dice, y yo pienso que es verdad –dijo mi nieto–porque ayer lo escuché, cuando toqué la puerta de su cuarto para darle las buenas noches. –Oí que conversaba con un señor que le decía que pronto la llevaría de paseo a un parque, con una fuente de agua en el centro, con muchos árboles, mariposas, abejas y los gatos que a ella tanto le gustan. Estoy seguro de que era Dios que vino a visitarla.

–¿Serán inventos de mi nieto o en verdad escucharía algo? Ahora si me quedé perpleja y pensativa. Bueno, tendré todo el día para comunicarme con Dios y que me saque de mis dudas. 

Nancy Aguilar Quintero

Santiago de Chile, octubre 2020

Taller de Narrativa: Contando desde la memoria. Patrocinado por Independencia Cultural




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