En
los condominios, siempre se destaca el “conchuo”. El qué nunca colabora con
nada, debe la cuota mensual desde hace tiempo, se queja de los servicios, y
pregunta a cada rato: –¿Hoy darán agua? Es malviviente, coloca su equipo de
música a todo volumen y para rematar, cuando las pocas veces que funciona el
ascensor, sube bolsas de hielo y cerveza, lo deja mojado y sucio, y por
supuesto no lo limpia. Es el famoso “rompegrupo” del edificio
Y
yo, que soy el más responsable, –en el EGO nadie me gana–, sufro y me altero
por eso. Como es mi costumbre, los sábados bajo con la señora que cumple
funciones de administradora del condominio, para ayudar a limpiar el jardín,
regar y podar las plantas, y llevo con gran orgullo mi tijera, que compré para
estas ocasiones. Aparte de tratar de embellecer el jardín, tomamos café, y
hablamos, –léase chismear–de algún o algunos de los vecinos del conjunto
residencial.
La
otra tarde, mientras esperaba que llegara el ascensor a la planta baja, me puse
a mirar la cartelera y el ego se me infló más de lo normal. En el recuadro con
los nombres de los propietarios, destacaba el mío. Una felicitación de la Junta
de Condominio, poniéndome como ejemplo de buen vecino, pago puntual y
colaborador en todo lo que se les antojara. Y de pronto, siento una palmada en
el hombro. Me volteo con rapidez, y ahí, parado frente a mí, mi vecino “el
conchuo”, con una enorme sonrisa, sosteniendo con su mano derecha una caja de
cerveza y en el piso, recostada en la pared, junto al ascensor, una inmensa
bolsa de hielo, que se derretía, ensuciando el pasillo con agua.
–Hola,
vecino, “las friítas”, para pasar el estrés del trabajo, y me hizo un gesto con
la boca señalando la caja de cerveza.
Deseé
con toda el alma cantarle las cuatro verdades, pero en ese instante iban
entrando las tres viejitas que viven en el piso cinco y me mordí la lengua. El
ascensor por fin llegó a la planta baja y ya me iba a subir, cuando el
susodicho hizo un gesto que a mí me pareció sarcástico.
– Las
damas primero, y señaló el ascensor a mis vecinas. Acto seguido metió la caja
de cerveza y el hielo. No cabía nadie más.
Con voz
cínica me dice, -Vecino, cuando llegue al piso siete le envío el ascensor. –No
tiene prisa, verdad. Y con una amplia sonrisa burlona, me hizo un gesto de
adiós con la mano.
Nancy
Aguilar Quintero
Conchuo:
Caradura, sinvergüenza, se dice de aquella persona que hace las cosas sin
importarle sus consecuencias.
Atascocita,
Estado de Texas
viernes,
27 de enero de 2023