Buscar este blog

martes, 22 de enero de 2019






REENCUENTRO



Aquella mañana primaveral los periódicos de esa capital hermosa y fascinante narraban casi todos en primera plana un acontecimiento que quizás nunca debió ocurrir. Todo comenzó una década atrás, cuando ya el maquillaje y los ejercicios no tapaban lo que el tiempo en su crueldad dejaba aflorar con beneplácito y con cierta ironía en aquel bello rostro y cuerpo como no se había visto en mucho tiempo. Como todas las tardes Amelie se sentaba solitaria en aquel café que le traía no pocos recuerdos de cuando era feliz, codiciada y aplaudida por todos. Ella miraba absorta a las personas que por allí pasaban, con una taza de capuchino y un croissant que el mesero le servía cada día. Era casi un ritual.  Las vicisitudes de la vida, habían comenzado a dejar su huella y Amelie no supo en qué momento había comenzado esa soledad que le corroía el alma y el pensamiento. Y es que la soledad no solo se lleva porque no tienes compañía sino por todas las circunstancias que acarrean a ella. Todos los que en algún momento reparaban en ella y la recordaban veían en su rostro lo que su alma gritaba, pero nadie la escuchaba. A veces pasaban jóvenes que la miraban y cuchicheaban entre sí y ella veía como se sonreían con un gesto entre lástima y asombro a la vez. No en vano fue la actriz de teatro más solicitada y admirada de toda la ciudad. Hacía tiempo que sus amigos se habían marchado. Solo Carmen, la señora que se encargó por años de vestirla y cambiarle los trajes en el teatro, envejecida ahora como ella, la visitaba eventualmente más por solidaridad y caridad hacia ella que por amistad. Amelie se lo agradecía en lo más profundo de su corazón pensando que al menos alguien se preocupaba de ella. Por las noches se sentía triste y desamparada. Figuras fantasmagóricas de antiguos pretendientes y admiradores la visitaban algunas veces en la fría habitación de aquel hotelucho, donde era huésped permanente y los dueños le tenían cierta consideración y respeto ya que fueron asiduos visitantes de sus presentaciones en aquel teatro que ya hacía tiempo había desaparecido y hoy era un monumento más a la desidia y al abandono. Los pensamientos se agolpaban en su cabeza y no conseguía el hilo de regreso para constatar el comienzo de su decadencia. Y es que los humanos somos ingratos, cuando estamos en la cúspide son todo amores y alabanzas y cuando caemos ni siquiera nos saludan si por casualidad nos tropezamos en la calle. Una tarde llegó al café un poco más temprano y en el preciso momento que iba a ordenar, la vio pasar. Al principio no la reconoció totalmente. Estaba cambiada y hasta tenía una sonrisa en su hermoso rostro. Estaba totalmente rejuvenecida que al principio le costó reconocerla. No le dio mucha importancia pensando que eran ideas suyas. Al otro día llegó con el pensamiento fijo de verla otra vez. Pero ese día no pasó. Las tardes se hicieron eternas. Su rostro adquirió de pronto una placidez encantadora.  Ya la angustia y ansiedad no oprimían su pecho. Deseaba verla otra vez. Y así pasaron varios días, hasta que llegó el momento anhelado. Allí venía ella. Que radiante estaba, con ese vestido floreado, uno de sus preferidos y ese sombrero llamativo que todas las miradas voltearon para verla. Allí estaba ahora, si preciosa y hermosa como siempre. Ya nunca más volvería a estar sola. En un impulso la llamó y ella volteando le obsequió su más tierna y encantadora sonrisa. Sus miradas se abrazaron al reconocerse. Cuanto había esperado ese momento crucial. Ahora las penas y sinsabores de los últimos años desaparecieron. Su esencia estaba allí. Ya nadie la miraría de reojo y disimularían al verla. Tardó unos segundos en reaccionar y comprender lo que pasaba. Allí estaba ella. Hermosísima. Se levantó de la silla y caminó presurosa hasta alcanzarla. Ya nunca más se separarían. Al otro día cuando los periódicos reseñaron la noticia muchos no podían creerlo. Una de las actrices de teatro más famosa de todos los tiempos aparentemente se había suicidado lanzándose de unos de los puentes del río. Pero lo que más asombró y consternó a los habitantes de aquella ciudad fue que varios testigos aseguraron a las autoridades que vieron a dos personas lanzarse. Dos mujeres. Una anciana y una joven. Parecían madre e hija por su gran parecido. Pero lo más misterioso y que nunca se supo con certeza fue que la mujer más anciana vestía ropa de actualidad y la más joven llevaba un atuendo sacada de una revista de moda de hace muchos años. Un verdadero misterio.

Nancy Aguilar Quintero
27 de mayo de 2015





viernes, 18 de enero de 2019



EN LA ONDA TECNOLÓGICA 




—¡No lo puedo creer! —este WhatsApp tiene que ser del abuelo. La foto del perfil me la tomé con él en la Navidad. Me envió 2 Emoji, guiñando el ojo y el pulgar hacia arriba. ­­—¿Quién lo habrá enseñado?
—Aló abuelo, —¿eres tú?
—Si Pablito, —soy yo.
—¿Como aprendiste a enviar mensajes por WhatsApp?
—¡Estudiando “mijo”, estudiando! —Si espero que me enseñes, llego a los cien años, Jajaja—Ya tengo Facebook, Instagram, Twitter y hasta e-mail, —Me cansé de estar desactualizado y tomé un curso de esos que llaman “Alfabetización Tecnológica para la tercera edad”, —ahora si estoy en la onda.
—Abuelo, me dejas asombrado, —te felicito
—Ahora soy más productivo en mi trabajo, —Hasta me siento importante, Jajaja
—Abuelo me siento orgulloso que estés con la nueva tecnología.
—Pablito, te dejo—me voy a conectar con mi grupo de estudio por Skype, —¡ya
hasta una laptop me compré!

Nancy Aguilar Quintero
Santiago de Chile, octubre de 2018
Microrrelato finalista en PRIMER CONCURSO DE MICRORRELATOS Y MEMES. “Calidad de vida y salud mental” COSAM. Comuna Independencia




MARGINADOS

  La primera vez que lo vi, tuve que mirarlo dos veces para saber si era niño o niña. Era tanta la confusión de su vestimenta unisex, un p...