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martes, 31 de octubre de 2017


ADORMECIDA                     

Larissa caminaba descalza
por la desierta playa
de  arenas blanquecinas.

Miraba  el infinito
y sus grandes ojos negros
llenos de lluvia y angustia
solo veían la tristeza del ocaso
y el vaivén del oleaje.

Sintiendo aquellos
granos de arena
pequeñísimos penetrando
sus pies mojados
que le producían
una sensación indescriptible
entre desasosiego y paz.

No pensaba,
solo sentía la brisa
hiriéndole la cara
y el olor penetrante
a mar llenando
sus pulmones.

Recostó su cansado
y aletargado cuerpo
sobre una roca inmensa,
mientras el sol era apenas 
ya un pequeño
semicírculo ardiente
perdido en el horizonte.

Nancy Aguilar Quintero

Septiembre, 2011



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